Memorias Pendrive Baratas

Hicimos una fiesta de despedida que duró dos días. El primer día fue tierno, visto que ya sabéis que los sentimientos afloran y aún más las ganas de expresarlos... Me lo pasé muy bien, reí a carcajadas, no era consciente de que me marcharba en un par de días.

Todo fluía, andaba de maravilla. Con V sentí una gran conexión entre cerveza y cerveza.
Me fui a la cama muy tarde, enlace.

El 29 hice mi gran maleta, no podía creer que 5 meses de mi vida cupieran ahí, listos para portar de vuelta a casa. Nos volvimos a ver en una terraza. Cada 30 minutos, como si de un cuentagotas se tratase, iba cayendo la gente, las personas, las despedidas, como si fueran personajes de una función que ya ha cumplido su tiempo de escenificación...

Tenía los ojos hinchados, llenos de lágrimas, me escocían y se me entre cortaba la respiración.
Odio las despedidas.  Hablé con V de nuestros sentimientos hacia el otro. Fue una de las cosas más bellas que jamás me han ocurrido.

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Gracias a él y a María he podido ser yo misma y crecer. Gracias a él he descubierto que la ilusión no está perdida, que renace de cuando en cuando...  Le di una foto de nosotros juntos y una carta. Se puso a llorar. Me partió el alma.Hubiera querido abrazarle y fundirme con él. Tranquilizarle, besarle.

Me dijo que no vendría a la estación a despedirme porque ya no podía más. Lo respeté aunque no quise aceptarlo. Esa noche no pude dormir.

Me levanté de la cama y subí a su casa. Estaba medio dormido. Quería aprovechar esos minutos. Me bajó la maleta, y ya en el coche de M, me dijo que venía a la estación.Me alegré mucho. Una vez allí, con María y V, aquello parecía un sueño. Un mal sueño. Subí al autobús que me llevaba al aeropuerto y noté mi derrumbe.

Ellos allí abajo. Mi amiga y mi amigo. Amigos que seguro que serán para siempre, porque lo que hemos compartido no son sólo momentos de fiesta. Me han estado cercanos cuando más lo necesitaba y menos lo merecía. Los quiero a rabiar.